miércoles, 29 de noviembre de 2006

Comunicación Social

La comunicación social es un campo de estudio que explora principalmente las áreas de la información que puede ser percibida, transmitida y entendida, así como el impacto que puede tener en la sociedad. De este modo, el estudio de la comunicación social es política y socialmente más complejo que el simple estudio de la comunicación, aun manteniendo la consideración anterior.
El término comunicación social, pertenece a un uso más general, que fue adoptado por el Concilio Vaticano II en el decreto Inter Mirifica, promulgado por el Papa Pablo VI el 4 de diciembre de 1963, prefiriendo usar el término en los documentos de la Iglesia Católica Romana para referirse a los medios, de manera específica al mass media. La ventaja que tiene, como término de gran connotación, consiste en que “toda” comunicación es social pero “no toda” comunicación es “mass”. En efecto, es posible que los dos términos se puedan usar como sinónimos.
El fallecido Papa Juan Pablo II promovió de forma vigorosa la comunicación social no solo de persona, sino a través de mensajes dados al mundo de la comunicación de hoy y por medio del apoyo del Concilio Pontificio para la Comunicación Social.



LOS ESTUDIOS EN COMUNICACIÓN SOCIAL


Muchas carreras relacionadas con la comunicación en las universidades de Brasil, por ejemplo, son denominadas de comunicación social (o, mejor aún, Comunicação Social). Los graduados han cursado los estudios de radiodifusión, periodismo, telecomunicación, publicidad, televisión, radio y relaciones públicas, entre otros. Actualmente, esos cursos motivan a las personas a estudiar otras áreas – tales como el Arte y la Matemática.


miércoles, 15 de noviembre de 2006

MEDIOS Y DEMOCRACIA: TIEMPO DE HIBRIDOS: APUNTES PARA UNA REFORMA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

La relación de los medios con el gobierno sigue sin ser del todo transparente. Anécdotas sobran: desde la prohibición del exsecretario de gobernación Chuayffet a que el canal 2 transmitiera la segunda parte de un programa sobre los grupos paramilitares en Chiapas, justo antes de la matanza de Acteal, hasta las filtraciones recurrentes que se hacen desde los tribunales para favorecer tal o cual versión en litigio. Uno de los síntomas más claros de la ambigua relación medios-gobierno es la gran cantidad de propaganda gubernamental que no siempre se otorga atendiendo los tirajes de las publicaciones, sino más bien su línea editorial. Un problema de nuestros medios es que aún no asumen su papel frente al Estado, como un factor más de la comunicación política, pues en ellos perviven tendencias que ven en el comportamiento independiente intenciones desestabilizadoras.
¿Esto quiere decir, entonces, que nada ha cambiado? No, claro que las cosas ya no están tan mal, pero su transformación tampoco ha seguido una línea progresiva y coherente. Una transición tiene algo de teleológico, es decir, es el camino irregular que conduce a un punto más o menos preciso; en el caso de nuestro sistema político, a uno democrático. Pero los medios mexicanos no parecen estar sufriendo una transición sino, más bien, una hibridación.
Hibridación de tiempos, de prácticas, de discursos. Hibridación porque en el nuevo estado de cosas conviven, en similar estado de salud, costumbres del Estado autoritario con dinámicas de una sociedad abierta. ¿Cómo explicarse que Ricardo Salinas Pliego, el hombre que “espera que pase mucho tiempo antes de que se presente [la democracia] en el país, pues hoy los mexicanos no están preparados para ella”i , sea el dueño de la emisora en la que Carlos Payán, exdirector del diario de izquierda La Jornada, produce telenovelas de corte político-policíaco, o Brozo habla sin acongojarse del consumo de mariguana?
Una parte de la explicación está en que los temas antaño prohibidos -la disidencia política, los estupefacientes, entre otros- son ahora temas vendibles y esa es la mayor preocupación de los magnates mediáticos. Pero debe señalarse que la apertura también responde a presiones de grupos emergentes en busca de su propio espacio, y que estos han terminado por compartir el mismo terreno con los de antes, que de ningún modo planean irse.
Pero la hibridación la componen no sólo las prácticas “viejas-autoritarias” y las “nuevas-democráticas”. Los medios de comunicación de finales de siglo han caído en vicios y errores que surgieron con las nuevas condiciones. La libertad de expresión no siempre ha sido correspondida con información bien documentada y responsablemente presentada, con lo que las demandas por difamación han sustituido, estérilmente, al derecho de réplica. Otro problema visible han sido las luchas de poder al interior de los medios y entre las distintas empresas, lo que ha derivado en que utilicen esos espacios para ajustes de cuentas personales; el conflicto Salinas Pliego-Ricardo Rocha en torno al dinero que Raúl Salinas de Gortari le prestó a aquel para comprar TV Azteca es un buen ejemplo.
Más el mayor reto de los nuevos dilemas es uno que atañe no sólo a los medios mexicanos, y que tiene que ver con el juego democrático: la espectacularización de la política, que a continuación definiremos.
Si coincidimos con Dominique Wolton en que “de modo progresivo lo fundamental de la política se organiza en torno de la comunicación política, a través del papel de los medios y los sondeos”ii , será evidente que nuestra transición está dependiendo en buena medida de la calidad de nuestros medios. Más aún, Oscar Landi afirma que en épocas de crisis económicas profundas que afectan los lazos sociales “los medios afirman en estas circunstancias el carácter de verdaderos mediadores sociales en un contexto de acelerado debilitamiento institucional”iii . La “desventaja” del papel preponderante que los medios juegan en un contexto tal es que la política comienza a adaptarse al lenguaje y los ritmos televisivos. Los políticos dejan de importar por sus ideas o su programa y “lo que cuenta es su físico, su encanto y su sonrisa, la simpatía que emanan, su brío, su dominio de la réplica, su sentido del humor, su firme actitud, en suma todo un conjunto de cualidades que, evidentemente, no tienen por qué ser esenciales para gobernar”iv . Hay que decir que esto no es responsabilidad exclusiva de la televisión: la teatralidad, la oferta de símbolos, es inherente a la política, y los medios masivos sólo potencian este fenómeno, además de que, en todo caso, han jugado un papel fundamental en la adecuación a nuestros tiempos de un modelo, la democracia, ideado hace dos siglos.
Una tentación peligrosa, vista la influencia de la televisión en la política, sería creer que en los medios está la solución a todos nuestros problemas, pues no dejaría de ser uno más de los espejismos que nos han llevado a darnos frentazos. “La disolución de la política en la utopía de la sociedad de la comunicación es un síntoma del debilitamiento de la ciudadanía y la desaparición de las grandes perspectivas”v . Más que resignarnos a ese debilitamiento y esa desaparición, quizá podríamos repensar los medios en función de nuestra transición democrática.
Ya Martín-Barbero ha indicado dos rasgos de una nueva perspectiva sobre las relaciones entre comunicación y democracia: El primero de ellos se refiere al carácter sustitutivo de la mediación comunicacional sobre lo político: “la desproporción del espacio social ocupado por los medios de comunicación en países con carencias estructurales como los de América Latina (en términos de la importancia política que adquiere lo que en los medios aparece) es proporcional a la (…) no representación en el discurso de la política y de la cultura de dimensiones claves de la vida y de los modos de sentir de las mayorías”vi . Por otra parte tenemos un segundo rasgo que recupera para la mediación comunicacional su carácter constitutivo, ya que los medios de comunicación operan como espacios del reconocimiento social, es decir “el medio no se limita a recoger representaciones políticas preexistentes y traducirlas a su lenguaje, el medio no se limita a sustituir sino que ha entrado a constituir una escena fundamental de construcción de la vida política”vii .
Pero la mediatización de su oferta no es nueva para los políticos y sus instituciones; ya desde las elecciones de 1994 el Instituto Federal Electoral vigila, en lo posible, los tiempos destinados a la cobertura para cada partido en distintos medios y muy especialmente en los programas informativos con más audiencia de la televisión. La crítica de la sociedad civil a la brutal toma de partido que hizo Televisa durante las tristemente célebres elecciones del 1988, fue un argumento central para la consideración de los tiempos mediáticos en la discusión de las nuevas reglas del juego electoral. Sin embargo, en estos tiempos híbridos, se da la coexistencia de este tipo de controles con un manejo oscuro de los medios de comunicación por parte de sus dueños. Ya se ha vuelto clásica la frase de que la televisión no es más que “un instrumento mediante el cual la gente se distrae” en boca de cualquiera de los tiburones de la comunicación mexicanos. Ya es tradición en México escuchar a los Azcárraga o a Salinas Pliego plantear el carácter apolítico (sic) de la televisión, y defender la “objetividad y profesionalismo” con los que se informa al pueblo mexicano en sus canales.
Decir que la televisión es exclusivamente diversión y entretenimiento es partir del modelo de usos y gratificaciones sobre la comunicación de masas. Este modelo plantea que los individuos seleccionan y usan diferencialmente los medios de comunicación para gratificar o satisfacer las necesidades que experimentan y, que la situación social en la que viven las personas les produce tensiones y conflictos, mismos que pretenden aliviar utilizando los medios de comunicaciónviii. Sin embargo hoy es sabido que la televisión es la maestra moderna: cómo no serlo cuando se exponen a ella sistemáticamente niños y adultos, hombres y mujeres, cuando durante años se reciben ideas, cogniciones, que van conformando una memoria histórica mediática en cada persona. Si bien el proceso de comunicación entre medios y audiencias es complejo y presenta múltiples mediaciones (cognoscitiva, cultural, de referencia, institucional, videotecnológica ix), si bien los individuos interpretan los contenidos mediáticos desde los códigos culturales de los grupos a los que pertenecen, no podemos afirmar que los medios de comunicación se limitan a satisfacer necesidades preexistentes de las personas o peor aún que por ello su papel en la construcción de una sociedad verdaderamente democrática es poco relevante.

martes, 14 de noviembre de 2006

Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social. Bogotá, Colombia 2006

Vínculo: http://www.javeriana.edu.co/felafacs2006/inicio.html

Durante el mes de septiembre del presente año se llevó a cabo en la ciudad de Bogotá, Colombia el XII encuentro de facultades de comunicación social.
En la ocasión se dieron cita teóricos de todas partes de latinoamerica con el objetivo de dilucidar la temática del encuentro: CIUDADANÍAS DE LA INCERTIDUMBRE.
El Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social es el principal evento académico de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social ―FELAFACS―, que se realiza cada tres años en un país diferente de América Latina. En el 2006, la sede oficial del XII Encuentro de FELAFACS es la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. En esta oportunidad la temática central del encuentro abordará las relaciones entre la comunicación y la incertidumbre, en una época caracterizada no sólo por la pérdida de confianza en las utopías modernas que han pretendido domesticar los miedos humanos a la naturaleza, asegurar el futuro y controlar la violencia, la miseria y el desamparo, sino por el protagonismo que hoy adquieren la subjetividad, el cuerpo y la tecnología como fuentes de novedosas posibilidades, pero también de nuevas inseguridades. En este contexto, debemos repensar las nociones mismas de lo que somos y deseamos ser y los modos en que la comunicación se ha convertido en lugar estratégico de la política, la subjetividad y la (in)seguridad.
En las sociedades modernas, la búsqueda de la certidumbre como respuesta a la inseguridad producida por la guerra, el desarraigo y la indefensión a las fuerzas de la naturaleza implicó la creación de instituciones sociales (la ciencia, la política, la democracia, la sociedad del trabajo, entre otras) como proyectos emancipadores para “anticiparse” al futuro, asegurar la integración simbólica de la sociedad y conjurar los miedos a una vida sin sentido, es decir, como formas de imaginación e intervención para responder a la violencia, los dogmas, las supersticiones y la naturaleza, de modo que los hombres y las mujeres no sólo pudieran convertirse en los propios “amos” de la sociedad, sino elegir, por su cuenta y riesgo, distintos horizontes de lo posible, de ser, hacer, sentir y pensar.
Sin embargo, ni la civilización técnico-científica, la sociedad industrial y el Estado-nación moderno nos han preparado suficientemente para vivir creativa y productivamente con la incertidumbre como tampoco han sido capaces de mantener a raya la amenaza de vivir una vida sin sentido. Antes, por el contrario, han generado nuevos escenarios, agentes y representaciones –locales y globales– de miedos, riesgos e inseguridades que, como diría el sociólogo alemán, Ulrich Beck, tienden a escapar a las instituciones tradicionales de control y protección de la sociedad.


La pobreza y los medios de comunicación

Ciertamente, hablar de “comunicación y pobreza” es introducirse en un tema complejo y sus consecuencias son menos inocuas de lo que aparentan ser a simple vista, en especial si se consideran algunas tendencias de la historia reciente. Desde 1996 en adelante, la reducción estadística de las personas que viven en situación de pobreza se ha desacelerado. Este es un hecho anterior a la crisis financiera mundial de 1998. Hoy cuesta más superar pobreza que a principios de la década pasada. La economía no genera tantos empleos y la política social tradicional tiene limitaciones importantes para abordar correctamente fenómenos emergentes y complejos asociados a las nuevas vulnerabilidades que afectan a las capas medias y bajas. Este escenario nos interpela y siendo consistente con ello, debiéramos impulsar esfuerzos más decididos en materia de pobreza.
En esta tarea, los medios de comunicación cumplen un rol fundamental. Éstos deben ser aliados estratégicos para influir en la agenda social del país. De esta manera, las prioridades y acciones que de ella se derivan incorporan visiones plurales y prácticas colaborativas. Complementariamente, los “medios de comunicación” transmiten contenidos e intencionan determinadas prácticas y conductas. Por lo tanto, siendo ésta una de sus capacidades más destacadas, potencialmente puede favorecer el ejercicio de derechos de las personas en situación de pobreza: Algunas maneras de hacerlo son informar correctamente sobre los diversos instrumentos, políticas, programas y servicios disponibles; permitir con ello el acceso de aquellas familias que requieren de la complementación del Estado y de sus pares de la Sociedad Civil; visibilizar públicamente las buenas prácticas en materia de superación de pobreza; construir imágenes integrales y promocionales de la pobreza, que dignifiquen a las personas y catalicen su integración socio-cultural, y por último, facilitar el desarrollo de prácticas de monitoreo ciudadano, cuyo objetivo es perfeccionar, mejorar y ejecutar en tiempos razonables las políticas y programas orientados a pobreza, que se han comprometido por parte de los múltiples actores.
Sin embargo, existen serias dificultades para intencionar un proceso como el señalado. La noción que predomina de la pobreza en los medios se alimenta de imágenes reduccionistas que estriban entre la subcultura delincuencial, el conflicto social ilícito y la debilidad o exposición absoluta ante los desastres naturales. Una imagen recurrente es, por ejemplo, la pobreza que “reflota” con cada inundación, desastre natural o episodio de contaminación y que los rotula como seres incapaces y desprotegidos. De cualquier modo, además la pobreza tiene una notoriedad comparativamente menor en los medios respecto de otros temas como el deporte y el espectáculo, ya que se encuentra más sujeta a los acontecimientos que pueden alcanzar cierto umbral de impacto.
Es un imperativo tender un puente entre los medios de comunicación, los expertos, la ciudadanía organizada, los organismos públicos y las personas en situación de pobreza, y que finalmente se exprese en líneas editoriales de nuevo cuño, que transiten del paradigma de la “conmoción pública” a la “comprensión ciudadana”.
Los medios tienen una responsabilidad social que cumplir en materia de pobreza, equidad y desarrollo social. En esto existe un desafío de seducción poco valorado y que debemos ensayar si queremos tener éxito, y que debe iniciarse con la proposición de marcos conceptuales y prácticas virtuosas que influyan favorablemente en la actividad de los medios. No es suficiente con reclamar espacios, es necesario llegar con propuestas atractivas y abrir espacios para el diálogo y sensibilización, de manera tal, que se exploren varios caminos, que van desde la apertura de nuevos medios, hasta cambios en la perspectiva de los actualmente existentes.
La pobreza y los temas asociados a ella son complejos de abordar y no sólo requieren de la buena voluntad o del compromiso de los periodistas para hacerlo correctamente. Cuando la iniciativa propia de un periodista no redunda en un buen producto periodístico, es quizá porque el desconocimiento sobre las dimensiones de la pobreza es muy profundo. No es fácil comprender el fenómeno de la pobreza y tampoco es fácil reinterpretar y comunicar lo que los voceros oficiales y especialistas declaran, porque los periodistas no son sociólogos, economistas o expertos en políticas públicas.

Fuente: http://www.comunicacionypobreza.cl/info.asp?Ob=3&Id=2

Teorías críticas de los Medios de Comunicación

La teoría de la sociedad de masas, destaca la interdependencia entre las insituciones que detentan el poder y sostiene que, los medios de comunicación se integran a las fuentes de poder y autoridad sociales. En esta línea, es probable considerar que el contenido de los mensajes se encuentre al servicio de quienes poseen el poder político y económico. De esta forma, la versión del mundo que los medios exhiban, será a fin de colaborar en la subordinanción de las audiencias al poder. Es posible ver en los mensajes mediáticos, una interpretación irreal del mundo, de manera tal que, actuando como instrumento de manipulación, ayuda a las masas a sobrevivir en condiciones difíciles.
Más alla de la teoría pesimista de la sociedad de masas, se encuentran las teorías de origen estrictamente marxista, que se diferencian de las anteriores or poseer un perfil ideológico más definido.
En La ideología Alemana Marx afirma que "las ideas de la clase dominante son en todas las épocas, las ideas dominantes. Este postulado, si bien hay que aplicarlo actualmente a instituciones que, en tiempos de Marx, tenían una existencia limitada, sería el punto de partida para un cuerpo teórico predictivo a respecto a los medios cuyo supuesto fundamental es la unidad de la "elite" de la sociedad, así como una subordinación de los demás sectores sociales a los intereses de la clase dominante.
Los medios de comunicación social, son una institución característica de la sociedad de clases, de acuerdo a estos enfoques, la visión del mundo que estos transmitirán, será acorde a los intereses y a la ideología de la clase dominante. De esta forma, la tendencia ideológica será la de evitar que otras fuerzas puedan crecer y ganar legitimidad al tiempo que las audiencias recibirán aquello que deseen dentro de los límites marcados por lo que no pueda considerarse peligroso para que continue el predominio de la clase dominante. Este particular punto de vista, transforma al estudio de la comunicación de masas en un trabajo cuyo objeto central es descubirir los complicados mecanismos subyacentes a través de los cuales la sociedad capitalista contorla la producción, la distribución, el consumo y la ideología sin la necesidad de recurrir al poder coactivo del estado.

Entre los enfoques marxistas tradicionales, se destacan:

1. La teoría político-económica de los medios de comunicación
2. La teoría de la hegemonía de los medios de comunicación
3. La escuela de Frankfurt



Otros:

Teoría político-económica de los medios de comunicación

Teoría de la hegemonia

La escuela de Frankfurt

Ver: http://comunicacion.idoneos.com/index.php/338244